¡Ser, o no ser, es la cuestión!
¿Qué debe más dignamente optar el alma noble
entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas, y afrontándolo
desaparecer con ellas?
Morir, dormir, no despertar más nunca,
poder decir todo acabó;
en un sueño sepultar para siempre
los dolores del corazón,
los mil y mil quebrantos
que heredó nuestra carne,
¡quién no ansiara concluir así!
Morir... quedar dormidos...
Dormir... tal vez soñar!
¡Ay! allí hay algo que detiene al mejor.
Cuando del mundo
no percibamos ni un rumor,
¡qué sueños vendrán en
ese sueño de la muerte!